mércores, 10 de decembro de 2014

Kiansumba, el hombre que saltó la valla... en patera

El Premio Alfonso Carlos Comín premia el activismo de un inmigrante que huyó del Congo
Walter Oppenheimer Barcelona 10 DIC 2014 - El País

Gustave Kiansumba tiene 42 años y vive en Bilbao, adonde llegó en 2009. El suyo fue un largo viaje que empezó en 2001 en su país, la República Democrática del Congo, del que huyó de la guerra y para poder seguir estudiando Agronomía. Entonces no sabía que, tras casi una decena de intentos inútiles por saltar las vallas que separan Melilla y Ceuta de Marruecos o llegar a nado hasta Melilla desde Nador, lo conseguiría en 2009, cuando decidió probar suerte en una patera.
El premio Alfonso Carlos Comin (1933-1980), que recuerda la figura singular de un político que se definía como “cristiano en el partido y comunista en la Iglesia”, ha recaido en Kiansumba como símbolo de la perseverancia de tantos africanos que buscan un futuro mejor.
En 2001 se fue de un Congo desestabilizado por la guerra. “Conseguí ir a Camerún y matricularme pero no tenía medios económicos para estudiar y no tenía beca”, explica en un hotel de Barcelona en vísperas de la entrega del premio, esta noche.
Fui fuerte y perseverante. Tenía un sueño y lo he conseguido
“Fui a buscar trabajo a Nigeria y participar en el movimiento asociativo pero tenía el problema de la lengua: domino bien el francés pero no puedo con el inglés”. Luego serían Níger, Libia, Argelia, Mali.
“Al final llegué a Marruecos, ya con la idea de ir a Europa. Atravesé la valla dos veces en Melilla pero la Guardia Civil me deportó: abrieron la puerta de la valla y me dejaron en manos de los marroquíes”, explica. En 2005 le deportaron al desierto.
Alcanzó Tarifa en patera. “Al llegar, los que tenían dinero se fueron en autobús y, los que no, fuimos a un restaurante para que avisaran a la Cruz Roja”. Acabó en el Centro de Internamiento de Extranjeros “que es una cárcel”. Al mes le enviaron a un centro de refugiados en Cádiz y de allí se fue a Bilbao porque quería ir a Francia y tenía “un amigo de sufrimiento”.
El amigo estaba en realidad trabajando en el campo en Lleida y él se quedó dos noches al raso hasta que un hombre del que solo quiere decir que se llama Iñaki y tiene unos 50 años le ayudó y le puso en contacto con la comisión de refugiados.
Ahora está a la espera de que le concedan asilo político y se dedica a enseñar francés y a lo de siempre, el activismo: “La fundación ha querido dar el premio a las víctimas de las vallas de Melilla y de Ceuta. Sí, somos víctimas, pero yo no me siento orgulloso de ser víctima: me siento orgulloso de ser activista, de luchar por los derechos humanos, la dignidad de la persona, la libre circulación. Víctima es una persona indefensa. Sí, me han deportado, me han pegado. Pero fui fuerte, tenía paciencia, perseverancia, y tenía un sueño y lo he conseguido porque he luchado, no solo por mi sino por todos. Y sigo luchando contra la injusticia, contra el clasismo”, proclama.
Si un español va a Alemania es un emprendedor. Yo soy un emigrante
¿Son racistas los españoles? Gustave Kiansumba se resiste a generalizar. “Me gusta hablar directamente de la gente, de mi vecino, de mis educadores sociales que me gustan mucho, o de mis orientadoras que, hasta hoy, aún me quieren”.
Elogia a Alemania porque “sabe gestionar la llegada de inmigrantes”. “Eso es lo que falta aquí. Aquí los políticos hablan mal de los inmigrantes. Nos acusan de crear paro. Nos sacan del sistema sanitario. Pero olvidan que podemos trabajar pero no nos queda pensión: se queda en los bolsillos de los que nos acogieron. Esas personas que nos quitan los derechos os quitan los vuestros poco a poco. De eso voy a hablar en mi discurso”, adelanta.
“La inmigración hoy es una consecuencia de lo que Europa ha creado en África”, denuncia. “No salimos porque queremos pero se dice que si un chico español se va a Alemania es un joven emprendedor y cuando nosotros salimos somos emigrantes”, se queja. “Pero si viene una chica de Senegal o un chino y compran casa aquí, no son inmigrantes. Solo se visibiliza a los pobres. Están jugando con nosotros como con balones. En Ceuta y Melilla se visibiliza a los que no tienen dinero, porque son pobres. A los que entran con dinero, a los que hacen negocio con los españoles, no se les visibiliza”, se lamenta.
“Nunca he pensado que voy a ser famoso pero siempre he pensado que tengo que ser útil. No soy una persona política. Solo un activista que denuncia cosas injustas. Aunque sea en el barrio”, concluye, orgulloso.


martes, 9 de decembro de 2014

Xavier Aldekoa: "España utiliza la cooperación como una herramienta económica y política en África"

Xavier Aldekoa, corresponsal de La Vanguardia en África y periodista freelance, acaba de publicar 'Océano África'

"El ébola ha dejado en evidencia a España como país, y como sociedad hemos temido al ébola cuando nos ha rozado"

El océano. Una vasta mancha azul, homogénea, sin imperfecciones. En cambio, si buceamos, la panorámica cambia radicalmente. Encontraremos desde corales, navíos hundidos o bancos de peces. Todo es diferente, salvo el entorno que comparten. Esta metáfora la utilizó el reconocido periodista polaco Ryszard Kapuściński para definir África. Y ese planteamiento, sintetizado, ha servido al también periodista Xavier Aldekoa para titular su libro. ‘Océano África’ –editado por Península Odisea- busca derribar los tópicos sobre este continente.
África. Más de 60 países. En torno a 900 millones de habitantes, el 14% de la población mundial. Cerca de 2.000 lenguas y otras tantas etnias. Realidades que a ojos de los occidentales muchas veces se reducen exclusivamente a las palabras: pobreza y guerras. Sin embargo, este corresponsal de La Vanguardia en África quiere ir más allá, acentuar la diversidad del continente. Sus armas: las historias anónimas de la gente recogidas durante sus viajes por Malí, República Democrática del Congo, Camerún, Angola, Sudáfrica, Botsuana, República Centroafricana, Togo, Kenia, Somalia, Nigeria, Sudán, Mozambique y Yibuti. Países que en su libro se transformen en capítulos, donde los protagonistas son las carreteras de tierra, autobuses destartalados o las lágrimas de un veterano de guerra en Sudán del Sur .
¿Cómo definirías África?
Me cuesta definirla. Son demasiadas cosas. Es un lugar donde vive tanta gente. Ellos son realmente los protagonistas, a los que pongo atención en mi libro.
En su libro se afana por demostrar que África es muy diversa, intentando derribar esa visión de que África más que un continente es un país uniforme.
Es muy diversa, incluso dentro de los propios países. Al final, los países africanos no tienen ningún sentido. En la Conferencia de Berlín de 1885 se dibujaron unas líneas para distribuirse cómo explotar los territorios, no con una intención de mejorar nada. Por tanto, las líneas fronterizas de los países no se rigen por algo determinado. Dentro de los países ves una variedad brutal: de tradiciones, de culturas, de etnias. De hecho el título del libro viene por eso, la sensación de que el océano si lo miras desde arriba ves una mancha de agua brutal inabarcable, que es toda igual; en cambio si te metes dentro hay gran variedad. Lo mismo pasa con África, lo vemos desde arriba como un país, pero cuanto empiezas a bucear es espectacular, es una cultura, variedad, vida, no solo guerra y abuso, sino lo más positivo de la humanidad. Es un continente súperhumano.
¿Cuál es el mayor problema que tiene ahora mismo África?
Creo que no hay solo uno. Son varios, pero probablemente no hay ninguno que no se pueda solucionar sin educación. Cuanta más educación, más capacidad tiene la gente de superar o no llegar a ellos. Si les damos herramientas para que sigan adelante, tienen mucho terreno avanzado.
Desde Europa, ¿qué imagen cree que tenemos del continente africano?
Vemos África con un cierto desdén, siempre de arriba a abajo. Con una cierta superficialidad, incluso vemos la imagen de la pobreza como una pobreza pornográfica. Nos quedamos en la superficie, evitando profundizar, conocernos más los unos a los otros.
¿Por qué?
Los medios de comunicación, creo, nos fijamos en lo que impacta e influye, que no quiere decir que sea lo más importante. Cuando Obama o Rajoy hablan es influyente pero puede que no sea importante. Sin embargo, eso no ocurre con África: no es influyente que mueran 200 personas en Sudán del Sur, pero sí es importante. Se va a lo impactante, relegando a África a un segundo lugar.
¿Le ocurre eso en primera persona?
Me ha pasado muchas veces. Depende de la situación puedes sentir más pena, frustración o rabia. Recuerdo que estaba en Centroáfrica y vi una situación complicada en la que había 3.000 personas escondidas en una iglesia para que no les matasen. Intentas colocarlo en el periódico pero es imposible. Y es que a lo mejor hay un partido de fútbol o que Obama ha dicho algo que a lo mejor no es tan importante, o ha cometido un gazapo.
Lo que cuenta queda muy bien reflejado en el caso del ébola. Parece que solo cuando nos afecta directamente miramos a África.
El ébola ha dejado en evidencia a España como país. Como sociedad hemos temido al ébola cuando nos ha rozado. No es comparable los infectados en España con la realidad en los países africanos. Eso nos deja en evidencia, solo nos preocupamos cuando nos toca. Y una vez que el ébola se ha ido del país, todo sigue igual, como si el virus no existiera. Hemos cerrado los ojos, desaprovechando la oportunidad de corregir errores. Tengo la sensación de que en un primer momento el error podía ser comprensible, aunque no justificable, pero ahora ya sabemos que la gente se muere, no porque no haya vacuna, sino porque no hay lejía, cloro desinfectante o camas.

xoves, 4 de decembro de 2014

El Marruecos bereber en ocho claves

Ruta por la historia de esta cultura milenaria entre aldeas de barro colgadas en las laderas del Atlas y 'ksars' que han servido de escenario en rodajes cinematográficos
Los romanos los llamaron bárbaros, pero a los orgullosos pueblos bereberes les gusta ser conocidos como imazighen, que significa hombres libres. Son una etnia milenaria, reliquia del mundo preislámico, que vive en diversos lugares del norte de África y que ha logrado transmitir su lengua y sus tradiciones de generación en generación a pesar de su complicado devenir histórico.
El Alto Atlas es uno de las regiones donde mejor se conserva esta cultura, en las bellas aldeas colgadas de sus laderas, como Tasselt, Tichki o Aït Ali, a un par de horas de Marraquech, donde practican la agricultura y el pastoreo. Un viaje cultural y en el tiempo sin necesidad de irse demasiado lejos.
01 Amores bereberes en Demnate

A tan solo hora y media de la sofisticada y turística Marraquech, cambiamos de ambiente: el mundo bereber nos envuelve en los sencillos pueblos que se esconden en las montañas del valle de Aït Bou Goumez, muy cerca de los arcoíris que crean las Cascadas de Ouzoud. Demnate es toda una inmersión en la cultura y la gastronomía locales, con el mejor aceite de oliva de Marruecos y unos Romeo y Julieta bereberes.

mércores, 3 de decembro de 2014

Sahel

De O blog de Xosé Antón


“O Sahara é igual de vasto e monocromático que o Ártico, salvo que este último se está reducindo e o primeiro está medrando, concretamente en direción ao Sur, cara ao cinto de transición semiárido coñecido como o Sahel, que separa o deserto das sabanas tropicais de África central. Coma un cinto en torno á parte superior do continente africano, o Sahel ten uns 1.000 kilómetros de norte a sur no seu punto máis ancho; alomenos de momento. (…)
En Níxer cada muller ten unha media de entre 7 e 8 fillos, o que representa a taxa de fecundidade humana máis elevada do planeta. (…)
Níxer, un país sen acceso ao mar, é algo maior que Francia, Alemania e Polonia xuntas. Situado directamente ao Sur de Libia e Alxeria, as catro quintas partes máis septentrionais do seu territorio están constituídas na súa meirande parte por un deserto inhabitable. A meirande parte dos nixerianos viven máis ao sur, no Sahel, que moitos aínda lembran cuberto de bosques de acacias, prados e baobabs. Hoxe, cando a vexetación se murcha e as temperaturas son por termo medio entre 1,5 e 2ª C máis elevadas que as de a década de 1990, teñen medo de que cada vez se pareza máis ao Sahara. (…)
O único que contrarresta a fertilidade de Níxer, a máis alta do mundo, é que a esperanza de vida do país é de cincuenta anos. (…)
Nen sequera en Occidente existe tecnoloxía algunha que permita domesticar o clima desbocado. ¿Teñen considerado a planificación familiar para reducir o número de persoas ás que as terras deben sustentar?
Os homes estouran de risa. “Aqui todo o mundo ten máis dunha muller”, di o sultán, que ten catro.
“Non se lle pode pedir a un pai que deixe de ter fillos sen darlle unha solución respecto de quen traballará na súa granxa”, protesta un ancián de turbante branco.
“Se tés fillos, Deus resposta ás túas necesidades -di o novo alcalde-. Eu mesmo teño trinta e tres.”


Alan Weisman: La cuenta atrás

Pourra la Grande Muraille Verte donner un peu de soulagement?



domingo, 30 de novembro de 2014

La carrera por el Magreb más prometedor

Marruecos presume de estabilidad mientras Argelia tiene todo por hacer y Túnez impulsa la apertura al exterior
Las recientes elecciones generales y presidenciales en Túnez, que en menos de un año ha cumplido con todos los trámites constitucionales, legales y con las urnas para perfilarse como la start-up de las democracias nacidas tras la primavera árabe, han situado de nuevo en el mapa de los negocios al Magreb. La cartografía dibuja una región enorme, llena de particularidades, oportunidades... Pero también retos y problemas.
El Magreb es un área regional emergente, con un mercado potencial de unos 85 millones de personas, pero casi incomunicado entre sí. El comercio entre Marruecos, Túnez y Argelia apenas alcanza el 4%. Las fronteras físicas y políticas están cerradas, sobre todo entre los dos grandes vecinos, y esos recelos y su consiguiente proteccionismo en los sectores estratégicos perjudican su desarrollo económico. El Magreb mira sobre todo hacia Europa para sus exportaciones e importaciones y para diversificar su potencial, y España, el vecino más próximo, tiene mucho trecho por explorar.
En Túnez, por ejemplo, con apenas 12 millones de habitantes y pocos recursos naturales, los tres años transcurridos desde que comenzó este proceso democrático han producido mucha desesperanza. El paro se ha situado en torno al 10% (el triple entre los jóvenes) y los más formados tienen la tentación, como sucede también en Marruecos y Argelia, de la emigración. El anterior gobierno, formado por una troika heterogénea de partidos, con los islamistas de Ennahda siempre vigilantes, se ha ocupado sobre todo de asentar las instituciones básicas. Y en la calle la gente se queja de que las ciudades y las míticas playas tunecinas están muy sucias porque no se sabe gestionar su limpieza.
Recollendo fresas na provincia de Kenitra (Marrocos)
El lema de la nueva sensación política tunecina, Beji Caid Essebsi, el líder de Nida Tounes, ha sido tan simple como efectivo: que el Estado se modernice y funcione. Y abrirse y cooperar más con Europa. Josep Perpinya, el responsable del Grupo Romero y de la firma de consignación marítima y logística Green Tunisie, que lleva 18 años en el país, emplea a 130 personas y tiene en proyecto su quinta empresa, incide en la necesidad de la apertura a la inversión extranjera y de la liberalización tras la indispensable etapa cubierta de la estabilidad política: “Túnez es un país emergente que merece la pena, con mano de obra barata y muy cualificada, pero todavía con una Administración muy proteccionista y un claro problema de conexiones logísticas”.
Los programas electorales, en el furor de la posrevolución, han prometido de todo pero aún no se sabe qué gobierno se podrá conformar y ni siquiera cuándo empezará a funcionar. Mientras tanto, el anterior Ejecutivo acaba de modificar una ley que permite a las empresas extranjeras (de España apenas hay asentadas 70) aumentar su participación en la propiedad hasta el 60%.
El tema de la propiedad es el gran caballo de batalla de las empresas extranjeras cuando se quieren meter en Argelia. Una disputa permanente. “El Estado argelino es mucho más proteccionista aún que el tunecino y menos abierto”, señalan expertos y economistas en Argel. Pero Argelia sí es una potencia enorme en un ámbito concreto, con enormes recursos en hidrocarburos. Y ese caramelo es su salvación y también muchas veces su perdición. “El país tiene una dependencia casi total del petróleo y el gas y ante la caída del precio y el freno en la capacidad de producción de los yacimientos existentes se está entrando en una zona oscura”, concluyen los analistas.
Argelia, que es cinco veces España y tiene 38 millones de habitantes —aunque un 80% del territorio es desierto—, sobrevive gracias al petróleo. Las exportaciones de hidrocarburos son casi el 98% del total, los ingresos en ese sector son el 80% del presupuesto y el 33% del PIB. La tasa de cobertura del país (diferencia entre exportaciones e importaciones) está rozando el equilibrio y el fondo de reserva se calcula que aguantará tres años para preservar la aparente paz social instaurada por el régimen de Buteflika. El sector público supone en Argelia el 52% y es el gran foco de atracción para cualquier inversor porque pretende poner en marcha, por ejemplo, un plan quinquenal de 2,5 millones de viviendas (37.000 millones de euros) y otro de infraestructuras (115.000 millones). Unas 70 empresas españolas han acudido a ese arriesgado panal. Las visitas de ministros españoles son frecuentes para mediar en múltiples conflictos. Por el plan de vivienda se interesaron una veintena de firmas españolas y al final solo ha quedado una, Ortiz. Otras, como OHL y FCC, están hace años en los tribunales de arbitraje ante el impago de facturas de hasta 400 millones de euros por distintas obras.
Para evitar esa inseguridad jurídica, esa inestabilidad y burocracia es por lo que muchas compañías españolas miran cada vez más a Marruecos. El país presume de eso, en comparación con sus vecinos. Hay un sistema político y administrativo que funciona hace años, reglado, con tribunales y leyes que en teoría dejan poco margen para la improvisación. Hay más de 300 filiales de firmas españolas que han hecho el viaje (el primer destino en el mundo) y van en aumento. Es ya el tercer mercado de exportación español tras la UE y EE UU.
Los sectores atractivos abarcan todos los ámbitos, desde el agrícola al equipamiento automovilístico y textil, pero está cada vez más pujante el de las energías renovables. Marruecos no ha encontrado aún petróleo y busca reducir su dependencia energética con renovables hasta alcanzar un 28% en 2020. Multinacionales como Abengoa, Acciona y Sener son ya socios fiables y con experiencia.
Abengoa, que lleva 30 años en el país y tiene unos 600 empleados, se ha infiltrado en todo el abanico de posibilidades de la energía, el agua y el medio ambiente. Montó en su día con éxito la supercentral termosolar de ciclo combinado de Ain Ben Mathar (470 MW) y ahora planea una gran desaladora en Agadir.
Germán Bejarano, adjunto al presidente de Abengoa, explica las razones: “Marruecos es un mercado serio, con un capital humano desarrollado, ingenieros formados en Francia, Estados Unidos o España, y con una contratación pública que se ha sofisticado en sus necesidades y demandas en infraestructuras, que cumple los contratos al pie de la letra, y donde se opera con total seguridad jurídica y buena base legal”.

Esa es la versión oficial. En privado, una treintena de empresarios del club Averroes y de otro grupo instalado en el norte del país reclamaron hace pocas semanas en una cena al embajador de España su mediación para evitar las recurrentes trabas burocráticas del Gobierno de Rabat.

La censura en Egipto también afecta a los medios afines al régimen

Secuestro de ediciones de periódicos y emisiones televisivas cortadas abruptamente muestran cómo avanza el acoso a la prensa, que se inició con el golpe de Estado de 2013

La censura en Egipto ya no afecta solo a los medios opositores, prácticamente todos clausurados, sino incluso también a los fervientes seguidores del presidente Abdelfatá al Sisi, como el popular presentador de televisión Wael al Ibrashy. Recientemente, la señal de su programa A las 10 sufrió un corte súbito mientras ofrecía un vídeo crítico con las autoridades por su reacción a un incendio en la ciudad de Mahalla (al norte de El Cairo). El presentador ha declarado que ya había sido amenazado de sanción tras el programa anterior, en el que trató el caso de una mujer que dio a luz frente a la puerta de un hospital al no haber sido admitida en el centro. La noticia desató una gran indignación popular y circuló como la pólvora por las redes sociales.
Incluso tras el polémico corte, Al Ibrashy se mantiene firme en su apoyo al régimen: “La suspensión de mi programa por presiones de algunos ministros no afectará mi convicción… en el proyecto nacional del presidente Al Sisi”.
Su caso no es único, lo que sugiere un nuevo recorte en el margen de maniobra de la prensa. El pasado 1 de octubre, la primera edición del diario privado más vendido, Al-Masry al-Youm, fue secuestrada por incluir una entrevista con el exespía Refaat Jibril sin previo permiso de los servicios de inteligencia.
A menudo, el primer obstáculo a la libertad de expresión es la autocensura. Tras un sangriento atentado en el Sinaí, 17 directores de periódicos egipcios se comprometieron a través de un comunicado conjunto a no criticar a las instituciones del Estado para no perjudicar la lucha antiterrorista. Más de 300 periodistas egipcios respondieron unos días después con una declaración en la que denunciaban la “rendición voluntaria” de la labor de informar a la opinión pública que suponía la posición de los responsables de los medios.
En Egipto, la campaña de hostigamiento contra la libertad informativa se inició inmediatamente después del golpe de Estado de julio de 2013 que derrocó al islamista Mohamed Morsi, primer presidente electo del país. Al menos una decena de televisiones, la mayoría de carácter religioso o proislamistas, fueron cerradas y decenas de periodistas arrestados. El caso que adquirió mayor notoriedad internacional fue el juicio y condena a largas penas de cárcel a tres reporteros de la cadena en inglés de la televisión Al Yazira, uno de ellos de nacionalidad australiana. Precisamente, en referencia a este caso, el presidente Al Sisi declaró el lunes que los reporteros extranjeros “que se pasan de la raya” deberían ser deportados y no encarcelados. Sin embargo, explicó que mientras haya recursos judiciales en vigor, no puede conceder un perdón presidencial.
La persecución de los reporteros se produce a pesar de la aprobación en enero de una Constitución que protege, en teoría, la libertad de expresión. “Los asaltos a los periodistas van a más como consecuencia de una campaña organizada para demonizar los medios independientes y críticos”, sostiene Sherif Mansur, responsable del Comité para la Protección de Periodistas para Oriente Próximo.
La falta de libertad es aún más flagrante en los medios públicos, mayoritarios en la prensa escrita. “Hemos vuelto al periodo prerrevolucionario. Los reporteros leen atentamente los discursos de Al Sisi, y se limitan a seguir la línea oficial. Hay mucha autocensura”, se lamenta Jaled Dawud, reportero de un semanario en inglés vinculado al diario Al Ahram. Considerado el rotativo de cabecera durante décadas, Al Ahram tuvo la semana pasada un comportamiento bochornoso, pues citó un artículo de The New York Times tergiversándolo para que pareciera que era elogioso con el rais Al Sisi. Tras destaparse el escándalo, el periódico se disculpó en su versión online en inglés, pero en su versión árabe atacó ferozmente al rotativo neoyorquino. No solo los Hermanos Musulmanes utilizan dos discursos, uno de consumo doméstico y otro internacional.
“La situación es peor que en la era Mubarak”, concluye Mansur basándose en las cifras que maneja su organización. Mientras en 2010 sólo había un periodista encarcelado, la cifra asciende ahora a una docena. Además, las líneas rojas se han ampliado notablemente. Antes, solo estaban vetadas las críticas personales dirigidas al jefe de Estado. En cambio, a Al Ibrashy no le han dejado censurar ni tan siquiera a un ministro.